jueves, 8 de agosto de 2013

HOY POR TI, MAÑANA POR MÍ

Los casos Gürtel y Bárcenas pusieron de manifiesto lo que era un secreto a voces para todos: el pago de jugosas comisiones por parte de empresarios que gracias a ellas se beneficiaban de contratas de obras públicas y otros servicios. En el trasfondo de todo ello subyace la financiación ilegal del partido que dice tener un mayor número de afiliados en España, claro que lo que no dicen es que en él no sólo no paga cuotas casi nadie, sino que sus cargos y dirigentes cobran grandes sobresueldos. Es evidente que ese partido ha hecho trampas en las elecciones, al menos durante los últimos veinte años, porque ya se sabe, ha contado con unos medios económicos ilícitos con los que no contaban otros partidos. Por su parte, sus socios benefactores empresarios también han jugado sucio, perjudicando gravemente a otros colegas suyos más honrados o menos indecentes que ellos. Son escándalos que en un escenario democrático, sin lugar a dudas tendrían que haberle hecho dimitir al gobierno y convocar nuevas elecciones, pero quizás eso sería pedir demasiado en un país como España en el que abundan como en ningún otro lugar los papanatas y la gente dotada con enormes tragaderas dispuestos a engullir todo lo que le echen.
Por si todo ello no fuera suficientemente grave, aparecen otros muchos casos de macro-corrupción, miles de casos, como el de los famosos EREs, que ha salpicando a altos cargos del partido que se dice de izquierda y que ha atraído durante décadas a la mayor parte de los votos de los trabajadores de esa tendencia. En este espectacular caso de fraude intervinieron también como figuras estelares algunos sindicalistas, cómplices necesarios, que olvidaron su obligación de defender a los trabajadores y aquello de lo que dependen en gran medida: lo público; en lugar de ello se dedicaron a desviar millones hacia los bajos fondos de la política..
¿Qué han hecho esos partidos que gracias a nuestro sistema electoral viciado han recibido conjuntamente el ochenta por ciento de los votos que les proporcionaba mayorías absolutas a veces apabullantes? Pues más o menos taparse tras el burladero resistiendo todo lo que les han permitido las circunstancias –“resiste Luis”-.  ¿Qué explicaciones han dado unos y otros a la opinión pública y a sus votantes? Ni más ni menos que ofrecer el bonito espectáculo del “pues tú más” vergonzosa respuesta del que está dispuesto a mostrar ante todo el mundo su desvergüenza. Sin embargo, pese a aparentes enfrentamientos dialécticos, dimes y diretes y supuestos rifirrafes, cuando de verdad se presentó la oportunidad de hacer algo, como en la Comisión de investigación del Parlamento Andaluz sobre el caso de los EREs, se vio que los lobos no se muerden unos a otros, limitándose a amagar sin hacerse daño. Ambos se pusieron de acuerdo para votar en contra del dictamen en el que se establecían responsabilidades políticas. Es que ya se sabe, hoy por ti, mañana por mí. ¿Qué otra cosa podía esperarse entre socios que sostienen al sistema y que defienden un mismo modelo de sociedad que va desde la Monarquía hasta la OTAN pasando por la ayuda a la banca y los recortes. Después de todo es la corrupción derivada del bipartido con mayorías absolutas que hemos padecido, una suciedad que ambos, en beneficio del sistema del que se han beneficiado, están dispuestos a lavar como puedan en un río al que no llegará la sangre ni en sentido figurado. 

Con este bonito panorama la gente está harta y desilusionada con la política. Pero eso a estos golfos no les importa ni poco ni mucho, porque saben que de la administración no se puede prescindir y que, pase lo que pase, en el futuro inmediato algo ya les caerá a ellos que cuentan con la complicidad de los medios de comunicación –prensa, radio y televisión-, y también con el respaldo de muchos votantes, porque, aunque parezca mentira, sigue habiendo gente dispuesta a votarles, aunque su robo se demuestre en los tribunales. Es evidente la gran representatividad del sistema político español donde abundan los corruptos dispuestos a robar a un pueblo que en un porcentaje altísimo quiere seguir siendo robado. No se puede pedir más. 

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