lunes, 29 de julio de 2013

EN EL PAÍS DE LA CORRUPCIÓN

El Reino de España tiene un problema gravísimo: la corrupción. Aun no puede percibirse en su plenitud todo lo que nos han robado, porque esas vergüenzas se esconden bajo un velo muy tupido con el que están empeñados en ocultarlas las más altas instancias y los máximos poderes del Estado, precisamente los que estarían obligados a castigarlas y ponerlas a la vista de todos los ciudadanos, en definitiva los perjudicados por tan generalizada golfería. Las cantidades robadas son enormes, lo que tiene que hacernos pensar que si esa riqueza en lugar de estar depositada en paraísos fiscales, al margen de la economía española estuviera produciendo en el país, a buen seguro que el paro sería mínimo o quizás gozaríamos del ansiado pleno empleo. Pero no, la realidad es muy otra. Durante muchos años nos han robado a mansalva, en primer lugar, aquellos a los que los ciudadanos habían dado su confianza, precisamente para que defendiera lo de todos, lo público. Pero no fueron sólo políticos los que participaron en este gran aquelarre, sino que con ellos, acompañándoles, había otra mucha gente de las altas esferas sociales, como banqueros, grandes empresarios…y un largo etcétera de lo más granado de la marca España. 
A estas alturas en todo el planeta se sabe que éste es uno de los países más corruptos que existen. La prensa internacional informa cada día de los nuevos casos de corrupción que se van conociendo, que en nuestro país el dinero negro, pasando de una mano a otra en maletines o en bolsas de basura, es algo habitual. Así, los observadores extranjeros no se explican, que ante el galopante deterioro que esa lacra ha producido en las condiciones de vida de la población –en los de abajo, claro está-, no se haya producido ya una revolución en la que se echen a la calle millones de personas –muchos más de los que salieron el 15M– para llevarse por delante al sistema junto con la Monarquía, sus banqueros y el nefasto bipartido que ha monopolizado el poder y a lo que se ve, también los recursos derivados de éste. Nadie confía ya en las posibilidades de supervivencia de la Monarquía española.
El problema es aún mayor, si cabe, si tenemos en cuenta que la corrupción es vista por muchas de sus propias víctimas como algo natural. Es lo que ha venido ocurriendo en esta España de falsa democracia en la que la gente incluso ha votado repetidamente a personas condenadas por corrupción otorgándoles la mayoría absoluta. Frases como “yo haría lo mismo”, “todos roban” o “aunque roba me gusta como gobierna”  son sintomáticas de hasta dónde llega la corrupción, al convertir en cómplices a cientos de miles o millones de personas. Es evidente que esa gente también es corrupta, y lo que es más grave lo hace no sólo gratuitamente, sino costándole el dinero. ¿Qué calificativo habría que dar a esos entusiastas? El de corrupto queda corto por demasiado benevolente. Otórguele el lector el que estime más apropiado del amplio repertorio que ofrece la lengua castellana.

Como se ve el sistema político instaurado en España en la famosa Transición, segunda Restauración borbónica, tan alabada por la prensa española a su servicio, es una especie de zombi agusanado que espera ser enterrado definitivamente. Cada día son más los millones de españoles indignados y dispuestos a rescatar el dinero que les pertenece y que permanece a la sombra en cuentas bancarias en paraísos fiscales, cuando son sus titulares los que deberían estar a la sombra una buena temporada. Se trata, nada más y nada menos, que de tener la vergüenza necesaria para arrojar a las cloacas de la historia, con todas sus consecuencias, a las clases dirigentes de este desventurado país.

miércoles, 17 de julio de 2013

EL HERMANO MARROQUÍ DEL REY

El rey de Marruecos es mucho más que el jefe del Estado de un país vecino para el rey de España, según ha dicho en numerosas ocasiones, como un hermano. Mediando una relación tan fraternal es lógico y natural que se presente de visita en cualquier momento y ocasión, sin importarle para nada que los musulmanes se hallen en pleno ayuno del Ramadán, Juan Carlos es tan campechano con todos y tan familiar con el rey marroquí, que allá va, cualquier día y a cualquier hora. Hay confianza para ello. Cabría pensar que viaja buscando a un amigo con el que desahogarse, porque la Monarquía está en España en sus horas más bajas. “Ay, Mohamed, hermano, cada vez tengo más gente en contra. A mi familia y a mí nos abuchean en todas partes: en el fútbol, en la calle, en las universidades, en los teatros…en todas partes…”  Pero no, para eso no se necesita un séquito como el que se ha desplazado a Marruecos, nada más y nada menos que cinco ministros, nueve ex ministros de Asuntos Exteriores –hasta uno que lo fue con la UCD- y 27 importantes empresarios.
La visita ha sido calificada oficialmente como muy importante porque según se dice a bombo y platillo ya hemos desplazado a Francia como el país con mayores inversiones en Marruecos con 20.000 empresas establecidas. No cabe duda de la importancia del viaje, pero… ¿para España o para Marruecos? Porque esas 20.000 empresas hace algunos años estaban a pleno rendimiento en nuestro país y decidieron deslocalizarse estableciéndose en Marruecos, donde los trabajadores –incluidos niños de escasa edad- tienen que soportar salarios muy bajos y la falta casi absoluta de derechos laborales. El resultado de nuestras estrechas relaciones con Marruecos y otros países donde se explota a la población al límite, ha sido el desmantelamiento casi total de nuestra industria y la ruina de nuestra agricultura. Ahora la más alta magistratura del Estado pretende abrir el camino a nuevos empresarios a fin de que aumenten sus beneficios estableciéndose en el país vecino, no importa que sea a costa de la miseria galopante de la sociedad española. ¡Fantástico! A estas alturas ya deberíamos saber que sus más preciados ideales sólo se identifican con el aumento de sus beneficios.
A ese lamentable concepto de cómo defender los intereses de España hay que añadir un asunto más: el contencioso pendiente sobre el Sahara, donde España dejó abandonados a los habitantes de un territorio que administraba y del que huyó de forma vergonzosa, entregándolo a Marruecos. Por aquellas fechas, el 2 de noviembre de 1975, el flamante rey de España, Juan Carlos I, ante jefes y oficiales del ejército español dijo que se comprometía a proteger. “los legítimos derechos de la población saharaui ya que nuestra misión en el mundo y nuestra historia nos lo exigen”. En qué poco ha valorado desde entonces la misión de España en el mundo y en qué poco nuestra historia. Claro que el valor de su palabra para el resto de los mortales tampoco puede exceder el de un céntimo de euro, por no decir de peseta, que aunque valdría menos, ya no está en circulación.

Crece la indignación entre los saharauis, que sufren el asesinato y el encarcelamiento por parte de Marruecos y también entre los españoles, que se ven arrastrados a la ruina y a la miseria por un sistema tramposo de Monarquía parlamentaria, instaurada bajo la etiqueta de democracia sin serlo y en el que miles de corruptos y corruptores han robado a mansalva. Mientras tanto, todo está preparado para que las noticias de televisión nos informen del gran éxito de la visita. Ambos monarcas se besan cariñosamente y todos pensamos que son tal para cual. 

jueves, 11 de julio de 2013

LAS ATADURAS DE FRANCO

Cuando en la famosa Transición se recordaban las célebres palabras del Dictador de que todo estaba atado y bien atado, los que queríamos una España con democracia plena, pensábamos en lo engañado que estaba Franco cuando lo dijo, porque creíamos –o queríamos creer- que se estaba construyendo un sistema político verdaderamente democrático. En nuestros días, casi a los treinta y cinco años de la Constitución, nos hemos topado con la triste realidad de que una parte muy importante de la población se encuentra en niveles de pobreza similar a los que se padecían en los años cuarenta o cincuenta del pasado siglo, en los años en que el franquismo decía aquello de que España es diferente y otras lindezas por el estilo; el retroceso en cuestiones como los derechos ciudadanos, las libertades, la igualdad de oportunidades, etcétera, no es menos preocupante, lo que inevitablemente tiene que hacernos pensar que no era el dictador el que estaba equivocado, sino la gran masa de demócratas que nos tragamos aquella supuesta democracia sin ser conscientes de lo que estábamos engullendo.
Claro que todo estaba bien atado. Continuaron ejerciendo los jueces del Tribunal de Orden Público que habían condenado injusta e ilegítimamente a decenas de miles de personas que luchaban por la democracia así como los policías que los habían torturado salvajemente. En ambos casos no sólo siguieron en sus puestos, sino que fueron ascendidos y condecorados. Los viejos políticos escondieron su camisa azul con el cangrejo rojo bajo una nueva camisa blanca, afirmando – algo novedoso pera ellos- que eran demócratas de siempre. Todo fue como un gigantesco y espectacular juego de magia. Nada por aquí, nada por allá. Alejop. Todo había cambiado.
Pero no, todo no había cambiado, como en el famoso Gatopardo sólo habían cambiado las apariencias para que todo siguiera igual que siempre. Ahora, en nuestros días, cuando los que de verdad detentan el poder nos aprietan las clavijas a la gran masa de la población exprimiéndonos para seguir obteniendo pingües beneficios y los corruptos y evasores nos sangran, nos damos cuenta de que seguimos manejados por las mismas familias que con sus caciques oprimieron a los sufridos españoles, las que se sublevaron contra la República, las que asesinaron a cientos de miles de españoles o los mantuvo entre rejas. De esas castas y de los que se les incorporan, padecemos explotación, represión y enormes sufrimientos. De todo ello hay unos responsables, en primer lugar los que nos dejamos engañar tan fácilmente cegándonos por lo inmediato y confiando en la buena fe de los que a lo largo de la historia nunca la tuvieron, y también, por qué no decirlo, líderes a los que en su día dimos nuestra confianza. Hay que referirse, naturalmente, a Felipe González y Santiago Carrillo que consiguieron que se aceptara la Monarquía arrinconando el recuerdo de la República por la que tantos habían dado su vida y sobre todo dejando en el olvido a las víctimas de la represión fascista.

¿Habremos aprendido la lección? ¿Seremos capaces de cortar el nudo gordiano de los poderes heredados del franquismo o nos dejaremos engañar por nuevos felipes gonzález y santiagos carrillo ¿Juzgaremos ahora a los nuevos líderes con un mínimo de exigencia crítica para evitar una nueva transición tramposa o volveremos a ser tan ingenuos como en nuestra más reciente historia? El tiempo lo dirá, pero no olvidemos que nuestras desgracias no son el fruto de una maldición divina, sino de los errores y deficiencias que como pueblo arrastramos los españoles.