Cuando en la famosa Transición se
recordaban las célebres palabras del Dictador de que todo estaba atado y bien
atado, los que queríamos una España con democracia plena, pensábamos en lo
engañado que estaba Franco cuando lo dijo, porque creíamos –o queríamos creer-
que se estaba construyendo un sistema político verdaderamente democrático. En
nuestros días, casi a los treinta y cinco años de la Constitución , nos
hemos topado con la triste realidad de que una parte muy importante de la
población se encuentra en niveles de pobreza similar a los que se padecían en los
años cuarenta o cincuenta del pasado siglo, en los años en que el franquismo
decía aquello de que España es diferente y otras lindezas por el estilo; el
retroceso en cuestiones como los derechos ciudadanos, las libertades, la igualdad
de oportunidades, etcétera, no es menos preocupante, lo que inevitablemente
tiene que hacernos pensar que no era el dictador el que estaba equivocado, sino
la gran masa de demócratas que nos tragamos aquella supuesta democracia sin ser
conscientes de lo que estábamos engullendo.
Claro que todo estaba bien atado.
Continuaron ejerciendo los jueces del Tribunal de Orden Público que habían
condenado injusta e ilegítimamente a decenas de miles de personas que luchaban
por la democracia así como los policías que los habían torturado salvajemente.
En ambos casos no sólo siguieron en sus puestos, sino que fueron ascendidos y
condecorados. Los viejos políticos escondieron su camisa azul con el cangrejo
rojo bajo una nueva camisa blanca, afirmando – algo novedoso pera ellos- que
eran demócratas de siempre. Todo fue como un gigantesco y espectacular juego de
magia. Nada por aquí, nada por allá. Alejop. Todo había cambiado.
Pero no, todo no había cambiado,
como en el famoso Gatopardo sólo habían cambiado las apariencias para que todo
siguiera igual que siempre. Ahora, en nuestros días, cuando los que de verdad
detentan el poder nos aprietan las clavijas a la gran masa de la población
exprimiéndonos para seguir obteniendo pingües beneficios y los corruptos y
evasores nos sangran, nos damos cuenta de que seguimos manejados por las mismas
familias que con sus caciques oprimieron a los sufridos españoles, las que se
sublevaron contra la
República , las que asesinaron a cientos de miles de españoles
o los mantuvo entre rejas. De esas castas y de los que se les incorporan, padecemos
explotación, represión y enormes sufrimientos. De todo ello hay unos
responsables, en primer lugar los que nos dejamos engañar tan fácilmente
cegándonos por lo inmediato y confiando en la buena fe de los que a lo largo de
la historia nunca la tuvieron, y también, por qué no decirlo, líderes a los que
en su día dimos nuestra confianza. Hay que referirse, naturalmente, a Felipe
González y Santiago Carrillo que consiguieron que se aceptara la Monarquía arrinconando
el recuerdo de la República
por la que tantos habían dado su vida y sobre todo dejando en el olvido a las
víctimas de la represión fascista.
¿Habremos aprendido la lección? ¿Seremos
capaces de cortar el nudo gordiano de los poderes heredados del franquismo o
nos dejaremos engañar por nuevos felipes gonzález y santiagos carrillo ¿Juzgaremos
ahora a los nuevos líderes con un mínimo de exigencia crítica para evitar una
nueva transición tramposa o volveremos a ser tan ingenuos como en nuestra más
reciente historia? El tiempo lo dirá, pero no olvidemos que nuestras desgracias
no son el fruto de una maldición divina, sino de los errores y deficiencias que
como pueblo arrastramos los españoles.
Absolutamente de acuerdo Antonio! Volvemos a correr el peligro de seguir a esos falsos Mesías de la socialdemocracia que tras la apariencia del progresivismo y los amagos sociales nos llevan a engaño! Afortunadamente, creo que hemos elegido bien el bando ;)
ResponderEliminarSalud!
Pedro Salas